Ella se propuso no volver a sonreír… y lo consiguió, por
Saida Ibraimo Férez
Un argumento brillante, tétrico y mágico. Una historia
única, con un trasfondo mucho más profundo de lo que se puede ver a primera
vista. El autor nos muestra un maravilloso cuento de tragi-amor narrado por un
narrador omnisciente y todopoderoso, que oculta más de lo que deja ver, y que
añade una nota de humor ácido e irónico a la historia.
Es curioso y extraño encontrarse con narradores
tan atípicos y caóticos, que se vayan por los cerros de Úbeda antes de acabar
una frese sesenta veces, pero también es atípica la situación en la que se nos
muestra al protagonista. Acompañamos a este antes de nacer, por cada recorrido,
deteniéndonos en cada una de las particularidades de Tóxico, en las que también
se detiene el narrador para acrecentarla. El narrador quiere amplificar las
diferencias entre el mundo exterior y el mundo interior, es decir, entre la
gente corriente y moliente y Tóxico para diferenciarlo como un ser único. Se
diferencia del resto, pero se identifica como tal tras la comparación.
La acción está ambientada en un escenario misterioso y
extraño, nacido del imaginario del autor. Toda Villacuervo -y alrededores- se
basa en las experiencias de Dorian y en sus referentes musicales, literarios y
filosofales. Reconocemos en el discurso del narrador frases célebres que
recuerdan a las canciones del autor, u otras que se extrapolan directamente de
sus autores.
He de decir que la atmosfera surrealistas y
estrafalaria de el mundo de Tóxico y Elizabeth me recuerda vagamente a la de La
espuma de los días, de Boris Vian, por la acertada mezcla de evocaciones
oníricas, situaciones dantescas, la inocencia de los personajes –excepto del
narrador, él es la perversión personificada-, y el amor puro e
inmaculado, como solo puede ser el primero.
Ella se propuso no volver a sonreír… y lo consiguió es una novela azul, intrigante y sorprendente,
no tanto por el tema, sino por el tono del narrador y la perspectiva narrativa,
el lenguaje utilizado y el eterno dilema entre lo fugaz del amor y lo largo del
olvido.
Espero que, como yo, nunca olvidéis el idilio que hubo
entre Tóxico y Elizabeth. Yo sé de alguien que no podrá.
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