viernes, 6 de agosto de 2010

Recortes de ideas

¿Que qué daría por él? Por él, por su vida, sacrificaría la mía, lo daría todo, daría incluso lo que siento por él, dejando su vida en calma, desapareciendo, liberándolo. Por él, me mentiría, diciéndome que no le amo, olvidaría mis sentimientos, lo que sentimos, y viviría de verdad, sin limitarme a su recuerdo. Por él, viviría y moriría, olvidandole y recordandole cada día, obligada a sentirle, a saber que fue mio y ya no. Eso es lo que me espera, a eso me condeno. A una muerte en vida. A una existencia vacía…

Vyvian a Edmund, Vyvian (proyecto de novela)

lunes, 2 de agosto de 2010

Ni ayer, ni hoy, ni mañana

Pues cuando vuelvas no quedará ni ayer ni hoy ni mañana, sólo lágrimas en la lluvia, cicatrices en la memoria, arañazos en el alma. Y no seré yo la misma que ayer lloraba por ti, ni seré la que dijo que te amaba, lo habré sido, pero será mentira decir que lo sigo siendo. Tú puedes decir que me amas, puedes volver de la luna con polvo de hadas para hacerme sonreír y yo podría perdonar tus mentiras, mirarte a los ojos y mentirme creyéndote, pero estoy cansada y es demasiado tarde para inventarme excusas para el alma, que, mientras escribo esto, llora hecha jirones en el rincón más oscuro de mi cuarto sin luz, pintado de rojo…

miércoles, 28 de julio de 2010

Prefacio

La soledad nunca me ha dado miedo. Ha sido mi cuna, mi salvación, desde siempre. Protegiéndome bajo una capa de soledad, de melancolía, de los demás, de las garras que me destrozaron el alma.

¿Cómo explicar todo lo que he sentido, lo que he sufrido? Rabia y odio se mezclan en mi interior. Impotencia. Indignación. No es justo. Despierta niña, no existe la justicia, es un juego de luces, no magia.

Es raro, pero me duele más el dolor de los demás que el mío propio. Puedo llorar con ellos, sufrirles. Aunque tal vez se deba a que el dolor cuanto más profundo, menos puedes llorar, sacarlo a flote. Se te clava en medio de las costillas. Creo que es en el diafragma, allí lo siento, siento presión cuando lágrimas saladas recorren mis mejillas. No sé.

Pero aunque olvidar es imposible, como bien me dijo alguien hace mucho, (y es muy cierto), todo se puede ir superando poco a poco, con delicadeza y suavidad, sin rascar las costras de mis heridas, dejando que cicatricen, cicatrices en la memoria…

¿Y cómo negar que de todo se aprende? ¿Cómo decir que soy la misma que ayer? No, amigos, no soy la de ayer, ni soy la de mañana. Puede que me parezca más a la que seré que a la que fui, pero no soy la misma. Cambio cada día, con cada amanecer, con cada puesta de sol. Con cada pensamiento.

Sin rendirme, puede que con una visión borrosa del mañana, pero con un claro hoy, voy tirando, creciendo, naciendo. Puede que siga sola. Puede que siempre esté sola, al menos en la parte más oscura de mí misma, esa parte fría y pegajosa, hecha a partir de antiguas cartas, de conversaciones robadas a los resquicios de las puertas por niñas de nueve años, de lágrimas absorbidas y no lloradas, de la sangre que perdió mi alma, de los sueños que no cumplo. De las pesadillas que se cumplieron.

He ido tropezando con palabras y palabras que eran razones. Razones para morir. Razones para vivir. Cadenas de tinta, intrincadas, aprisionándome, asfixiándome, salvándome.

Supongo que necesitaba una razón para vivir, mi propia razón, mis argumentos, mi trama y mis personajes, como cualquier novela. Después de todo, ¿Qué es una novela sino la copia imperfecta del funcionamiento de la vida?

martes, 20 de julio de 2010

Ausencia

Sentada frete mi escritorio, bajo la mortecina luz fosforescente, inclinada la cabeza, un brazo amarrado al néctar transparente que me mantiene en el umbral de la consciencia y la inconsciencia y el otro aguantando mi cráneo, esperaba, en vano, que las musas me iluminasen.
Como siempre.
Me estiré perezosamente e intenté concentrarme en la hoja en blanco que tenía enfrente. Tantas sensaciones, tantos recuerdos, tantos sueños… y tan pocas palabras, o palabras de significado tan limitado, que no expresaban con exactitud lo que deseaba.
O eso creía yo.
Me inclino sobre el pequeño lienzo en blanco, y no se me ocurre qué escribir… Mi mano derecha comienza a trazar una senda a través del papel, dibujando lo que no me atrevía a expresar, sintiendo el corazón encogerse.
¿Cómo explicar lo inexplicable, lo innombrable? Por mucho que viviese, por mucho que podría negarlo, santificarme, exorcizarme el corazón, pero no le olvidaría.
No hay nadie que rija el destino del amor. No hay leyes que prohíban amar a dos personas. No hay magia capaz de hacerme olvidar.
Unos ojos rasgados y oscuros, de esos que suelen mirar de refilón, de los que aterrorizan con la mirada. Los otros ojos, los de mi otro él, dorados, dulces, cálidos, una puerta abierta que te invita, que te reconforta. Los unos son hielo de ébano, los otros son caramelo. Nadie me dijo a quién debía amar. Nadie decidió por mí.
Mientras contemplo el garabato, lágrimas de tinta de mi bolígrafo, enciendo el reproductor de música. Al igual que las palabras y los dibujos, la música es conductora de recuerdos, maquiavélica compositora de tristes sinfonías melancólicas.
Reconozco la canción que suena. Shinoflow, de voz algo aguda para tratarse de un hombre, me atraviesa con sus notas que se amoldan a la perfección con la letra.
“Claro que me cambia la cara cuando eres tú quien me la giras
Llenándote la boca de mentiras, ¿por?
¿El miedo a hacerme daño?
Me lo estás haciendo cada vez que crees que me lo estás ahorrando
Mira piensa: lléname el depósito de besos que tengo que hacer kilómetros para tenerte lejos, porque allá donde me escape, tú me sigues. Y cuando soy yo quien te busca no sé dónde vives. Será que la soledad es compañera, que no me hace compañía y me acompaña a dónde quiera que va…”
-“Escucha como el alma te susurra “tú estás tan segura de ser insegura… Escucha como el alma te susurra “tú estás tan segura de que el tiempo lo curará…””-voy cantando, casi sin pensarlo, sintiendo cada palabra en mi interior. No entiendo bien porque.
De repente me siento cansada. Dejo que la música me transporte a otra parte, a otro mundo donde no necesite pensar en las consecuencias de mis actos, donde no sea juzgada, en el que mi vida no esté regida por la opinión ajena. Cierro los ojos y me voy adormeciendo...
Me dejo caer en la negrura onírica que me va envolviendo, que me acuna, y siento una calma y una tranquilidad infinita, una calma eterna y plena, satisfactoria.
Al ir cayendo al suelo, vislumbro los pequeños botes de color azul y verde, el que hace pocos minutos antes vacié en mi copa de vodka.
TRANXILIUM 5 MG 500