jueves, 27 de diciembre de 2012

Añil

Perdida entre el humo azulado de los cigarrillos que fumas, que consumes entre tus finos labios de cuchilla, me hundo. Con el suave aroma de la menta y la hierbabuena caigo en una ensoñación violácea, magenta y añil, que transporta mi esencia incorpórea y la transmuta, cambiándola y deformándola. Y aunque no estoy, sigo estando, pues te veo, aquí, delante de mi, aún fumando, dejando escapar el humo en espirales a través de las fosas, cerrando los ojos con cada calada y tirando con un gesto leve la ceniza en el suelo. Estoy aquí, pero también estoy allá, en el añil, mezclándome, muriendo cada segundo y resurgiendo.

Te acercas a mi, pero a la vez te alejas -de mi, de mi otro yo, de la esencia perdida en lo etéreo-. Alargas la mano y me acaricias las mejillas, pasas tus dedos por mi rostro, mis labios, y siento como se eriza cada vello de mi cuerpo al tu contacto eléctrico. Me besas y abrazas y yo siento que me deshago. Me desintegro.

Abro los ojos y ya no soy yo, ni tu, pero seguimos siendo. Allí, en el añil, mezclados, junto al humo de tus cigarrillos, con el olor de la menta y la hierbabuena.



No hay comentarios:

Publicar un comentario