miércoles, 10 de octubre de 2012

Óvalos de luz


No podía creerlo. Era algo tan difícil de creer... No, no podía ser verdad. ¿Cómo? ¿Qué haría ahora?

Silenciando esos pensamientos, tapándose con las manos las orejas. Pero no se acababa. Esa voz sinuosa se restregaba por las paredes de su caverna mental. 

Imágenes la asaltaban en la oscuridad, cuando ella quería olvidar. Ese beso. La sonrisa al salir por la puerta. El portazo.
No. No, nunca más. Olvidar, eso era todo. Sólo olvidar. 

La misma escena, segundo a segundo, se reproducía en su mente sin que pudiese remediarlo. Los detalles, aquellos pasados por alto aquel momento, se multiplicaban en su cabeza. Lloraba sin lágrimas. Desesperada, quería desintegrarse, convertirse en humo de cigarro. Desaparecer.

Amanecía y la luz del sol se filtraba a través de la persiana, dibujando óvalos resplandecientes sobre el cuerpo de Alejo, que a su lado, dormía, sin poder sentirla.

No podría volver a sentirla, pues estaba muerta.

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